sábado, 30 de julio de 2016

Cuento Corto, El Enojo de Manuel

EL ENOJO DE MANUEL
(Cuento corto)
Por: Jaime Muñoz Mantilla

A Manuel Castro, mi amigo,
anarquista completo

Sábato yace, despellejado, en pleno asfalto.  Junto a él, Alejandra, la chiquilla pelirroja, de rostro angular, agresiva como siempre, tras las frecuentes violaciones de su padre.  Y Martín, el muchacho aquel, al que su madre le dijo que era un hijo nacido por accidente.  En otras palabras, no deseado. Sábato no entiende cómo fue arrojado allí sin que diera motivo. Desde la noche anterior, en la madrugada fría y el desamparo.  Alejandra y Martín –únicos, de tantos que él conoció y amó- sin palabras, como temiendo irrumpir en el silencio de las sombras. Sábato, desconcertado, primero, abandonado a su suerte, después, duerme hasta los primeros rayos de la aurora, aun con las saetas del frío atravesándole.
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Cuando Manuel, en sus dieciocho, da rienda suelta al ardor de sus años con Amanda, la chica bella de sus primeros encuentros, siente la paz en el  cuerpo, en la sangre, en las hormonas fatigadas. Entonces, juntos van al balcón aquel de la ciudad y, de espaldas al mar y su rumor, leen. Leen cuentos, poemas, novelas, escritos revoltosos.  Tras la lectura, comentan, ríen, discrepan; a veces lloran, como si compartiesen los dolores de los personajes de las historias. Sus besos son, luego, tiernos, sin el fuego que hace rato les precedió.

Manuel es libre, ama la soberanía de sus horas, de sus espacios, de sus afectos.  Ama, con todo ello, a Amanda que es, como él, libérrima. Por eso, aunque discrepen, los dos respetan esas horas, esos espacios, esos afectos.
Pero esta noche, cuando comparten la lectura de la novela, conmovedora, Sobre héroes y tumbas, sin que lo adviertan, les han atravesado las tormentas de los personajes.  Y están, por ello, insólitamente alterados. Tanto, que una disputa –originada, quién sabe, en fruslerías- conduce a la ruptura, tal vez irremediable.

Manuel, entonces, va con el libro de sus preferencias y sus amores bajo el brazo.  Camina con la melena revuelta, la barba negra y copiosa mojada, golpeando el suelo con su indignación.  Sube las escaleras a su alcoba y, una vez dentro, da rienda suelta a la rabia medio contenida.  Rompe objetos, patea la pared, grita en su soledad.  Y finalmente, abre la ventana y sin pensar más, arroja el libro, como si él fuese el culpable de la ruptura. Del amargo sabor que le quedó en la boca.  Vuela “Sobre héroes y tumbas” y, con él, el desconcertado Sábato; y se estrella en el asfalto de la calle silenciosa. Yace ahí, mientras Manuel, agotado ya, duerme su sueño inquieto, entre gemidos inaudibles y extrañas pesadillas.

Despierta cuando la luz se filtra ya por las hendijas de la ventana cerrada, y advierte que ha recobrado la calma.  No obstante, recuerda la locura de la  noche, y piensa, con horror, que el libro, su libro, habrá muerto quizá, despedazado por las llantas de los automotores.  Echa las frazadas a un lado, se incorpora, atisba por la ventana, esperanzado, y ve un pequeño bulto.  Vestido a medias, desciende vertiginoso la escalera y sale ansioso en pos de recuperar a su amigo torpemente desechado.  Y aunque ve que la piel del libro amado ya no está, su cuerpo, con sus dramas adentro, con su Alejandra, su Martín, los seres doloridos que lo habitan, viven intactos. Toma el volumen en sus manos incrédulas y lo acaricia, fervoroso. Lo besa como si besara a la Amanda.

FIN


Quito, octubre 28 de octubre de 2013

Presentación de la obra de Jaime Muñoz Mantilla

EL QUITEÑO QUE NO PUDO VENDER                                 EL SILENCIO DEL VERBO
SU ALMA AL DIABLO                                           



Próximo re lanzamiento,  9 de agosto 18:H30 (6:30 pm) 


CAFÉ LIBRO 


Calle Leonidas Plaza N 23-56, entre Wilson y Veintimilla



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